Hoy voy a hablaros de una visita muy especial que hice en septiembre de 2013 a Roma. Era mi sexto viaje a Italia. Ese día, llegué al aeropuerto de Ciampino bien adentrada la noche. Cómo la lluvia amenazaba, me fui directamente al viejo hotel que había reservado junto a la Estación Central de Termini . En él, descansaría unas horas antes de salir hacia mi destino, el Parque Nacional del Gran Sasso y Montes de la Laga, en pleno corazón de los montes Apeninos.

Tumbado en aquella inclinada cama de la habitación recordé con cariño cada uno de los entrañables momentos que había vivido en las seis ocasiones que había visitado la ciudad eterna. Recordé muy especialmente aquel en el que viajé con mis padres o aquel otro en el que junto a quién me ha regalado las dos criaturas más hermosas del planeta, llegamos a la animada Fontana de Trevi. Unos minutos después, dejándome llevar por esa emoción, me di cuenta que Roma estaría a esas horas de la noche vacía de gente. Y así, aprovechando que viajaba sólo por motivos laborales, con cámara y trípode en mano decidí salir a conocer la Roma más nocturna. ¡Roma es mía!

Coliseo de Roma

Como me encontraba a escasos diez minutos del mayor símbolo del impero romano, decidí que el Colosso sería mi primera visita. No sabría describiros lo emocionante que es estar frente al Coliseo romano sin esa muchedumbre de gente que siempre le mira impresionada.

Era la una y media de la madrugada, y allí, inmerso en un universo de silencio, imaginé las peleas de gladiadores y muchos otros espectáculos públicos que tuvieron lugar tras los muros de su fachada durante 500 años.

Coliseo de Roma

La luna llena se abría paso entre las nubes que amenazaban lluvia. Como me encontraba cerca de la Via dei Fori Imperiali, caminé hasta llegar al Foro Romano. Callejeando por sus estrechas y oscuras calles conseguí acercarme hasta el Templo de Saturno y el Arco de Tito. Desde aquí pude imaginar cómo se desarrollaba la vida en la antigua ciudad de Roma, su comercio, los negocios… momento en el que empezaron a caer las primeras gotas de lluvia y comenzó a rondar por mi cabeza eso de «una retirada a tiempo (al hotel) es una victoria».

Foro romano, Roma. Al fondo, el Coliseo romano

Sin embargo, dado que me encontraba en pleno corazón de los denominados Foros Imperiales, aun siendo las dos de la madrugada, decidí aumentar la lista de las visitas a los foros. Me acerqué hasta el Foro de Augusto, donde se encuentra el Templo de Marte el Vengador (Mars Ultor).

Foro di Augusto, Roma

Como el cielo volvío a despejarse, me animé a seguir visitando los foros y la ciudad. Me acerqué hasta el Foro de Trajano, el último y más impresionante de los foros imperiales. En él se irguió la Columna de Trajano, adornada con un relieve que celebra las victorias militares de este emperador.

Foro di Traiano, Roma

Y es que, estando tan cerca otro de los monumentos más emblemáticos de Roma no pude resistirme a visitarlo. Me acerqué hasta el Monumento a Victor Manuel II (Monumento a Vittorio Emanuele II), y que aun habiendo sido tan criticado a lo largo de su corta historia (inaugurado en 1911) atrae cada año a miles de visitantes.

Monumento Vitorio Emanuelle, Roma

Fue en este momento cuando pensé que la noche había dado mucho de sí y que podía ir regresando al hotel. Sin embargo, me di cuenta que me encontraba en un momento único y difícil de repetir. Me pregunté cómo se encontraría la Fontana di Trevi a las tres de la madrugada .

¿Quién no enmudece de asombro al llegar a la Fontana di Trevi?. Y es que, no hay en Roma un monumento que suscite más admiración ni que conmueva tanto los corazones. Al igual que me ocurrió estando frente al Coliseo, la sensación de encontrarte solo en la Fontana de Trevi sin esa muchedumbre de gente que la mira impresionada es indescriptible. La noche agiganta la belleza de la fuente. Allí imaginé cómo Anita Eckberg se bañaba durante el rodaje de la célebre «La dolce vita». Y cuando yo ya me veía como Anita chapoteando y gritando en la Fontana di Trevi, me vi sorprendido por un buen chaparrón.

Fontana di Trevi, Roma

Y es que, aun siendo las tres y media de la madrugada, y encontrándome tan cerca del templo de todos los dioses, no podía renunciar acercarme por sexta vez hasta él. El Panteón de Agripa es para mí, el templo más asombroso de todo el imperio romano. La lluvia aquí, se detuvo por unos instantes.

Panteón de Agripa, Roma

La Plaza Navona se encuentra junto al Panteón de Agripa. ¿Cómo iba a renunciar a visitarla? Es sin duda una de las plazas más bonitas y populares de Roma. A cualquier hora del día se encuentra muy animada con actuaciones de artistas callejeros como magos, malabaristas, bailarines…

Fue aquí donde me enfrente a la única situación engorrosa de la noche. Cuando me encontraba dispuesto a tomar la fotografía de abajo, oí unos gritos desagradables y ensordecedores muy cerca. No quise darle la más mínima importancia y me mostré indiferente. Unos instantes después sentí cómo por mi espalda se acercaba un chico de unos 25 años de edad gritando y corriendo a toda velocidad y con una mano levantada soportando algún objeto que no llegué nunca a identificar. Mi primera reacción fue esperarle con mi mano sujetando el trípode por si me veía obligado a darle un «tripodazo». Se detuvo a una cuarta de mi cara y me gritó fuertemente: «Posso avere una sigaretta? (¿Me das un cigarillo?)». Le dije que no fumaba. Sin más, se dio media vuelta y volviendo a levantar su mano derecha, comenzó nuevamente a correr y gritar desapareciendo al instante. Lo que hace el alcohol y otras drogas…

Plaza Navona, Roma

Era las 4 de la madrugada y comenzó a llover fuerte. Decidí retirarme a descansar. Busqué un taxi y en unos quince minutos llegué al hotel. Caminar toda la noche por la ciudad eterna me hizo sentir muy feliz. Siendo ya las cinco de la madrugada, me vi envuelto en el silencio y la oscuridad de la habitación de aquel viejo hotel en Termini. Allí, soñé con el esplendor sereno que irradia la Roma que aquella noche otoñal había conocido.

Seguridad. Había leído que Roma era una ciudad con bastante delincuencia. Sin embargo, aquella noche me sentí muy seguro paseando solo por la ciudad. Vi bastantes patrullas de Carabinieris por las calles de Roma, especialmente en las zonas en las que se encontraban los monumentos más emblemáticos de la ciudad. Salvo lo ocurrido en la Plaza Navona, la sensación de seguridad aquella noche fue absoluta.

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