Prólogo del campamento en el río Zambezi: Imagina mientras lees este artículo que te encuentras inmerso en un recóndito lugar del mundo en el que la naturaleza luce en todo su esplendor; un paraje natural prácticamente inalterado, de lo más salvaje de África; un enclave con unas vistas panorámicas deslumbrantes a un río que acoge infinita diversidad biológica. Aquí, al caer la tarde, decenas de especies de animales imposibles de ver siguen con su mirada y olfato cada uno de tus pasos. Ten cuidado.
Mira ahora arriba, a lo más alto, al cielo. Es bonito, ¿verdad? ¿A que nunca habías visto nada igual? Estás custodiado por un impoluto cielo tapizado con millones de estrellas. Acércate al fuego para contrarrestar los efectos de la humedad del río y el frío de la noche. Camina hacia él, siéntate, relájate y cierra los ojos; escucha el silencio, interrumpido solo por los crujidos que provocan las llamas del fuego y por los poderosos gritos de hipopótamos y elefantes e incluso de hienas y leones de la cercana Zimbabue. Ábrelos ahora y observa las sonrisas de felicidad y complicidad en los rostros de tus compañeros.
Porque puede haber momentos en la vida parecidos, mejores o peores, pero nunca un momento así. Cada instante es único e irrepetible y este que viví aquella noche en una de las islas perdidas del río Zambezi durante mi viaje a Zambia es de esos que jamás se olvidan. Y por eso quiero contártelo.
Campamento en el río Zambezi
Como os comenté en el artículo dedicado al safari en canoa por el río Zambezi, dormir en un campamento permite el contacto más directo con el entorno y un sinfín de experiencias imposibles de vivir en un hotel. Cocinar, charlar junto al fuego, mirar el manto de infinitas estrellas que conforman la vía láctea, acudir a la letrina en medio de la noche siendo conscientes de los seres que te vigilan y rodean… son experiencias que siempre permanecen en la memoria de quiénes las viven.
Organización del campamento en el río Zambezi
Cada mañana y tarde, al llegar la hora del brunch (pequeño almuerzo), almuerzo y la cena, Jackson, nuestro querido cocinero, adelantaba nuestras canoas con su lancha motora para preparar la comida y montar el campamento en el río Zambezi, concretamente en alguna de las pequeñas islaspresentes a lo largo del río, un lugar al que acuden entre otros animales, los ya mencionados hipopótamos, elefantes y cocodrilos. Resultaba curioso ver cómo a medida que nos acercábamos a la orilla con nuestra canoa los cocodrilos (no los hipopótamos) saltaban al agua para evitar el contacto con nosotros.
Aún siendo la observación de la fauna africana el principal atractivo del bajo Zambezi fueron las sensaciones y vivencias del campamento en el río Zambezi las que más me cautivaron en esta primera parte del viaje a Zambia.
Las comodidades del campamento en el río Zambezi
El campamento montado por Dens Safaris, la agencia local con quiénes viajamos en Zambia, disponía de todo tipo de comodidades.
En conjunto contaba con cuatro tiendas; una de lona para nuestros dos amigos australianos, otra para nosotros, otra para nuestro guía Cloude y otra para Jackson. Todas las tiendas disponían de mosquiteras en las paredes laterales que ayudaban a airear el interior, evitar los molestos mosquitos (escasos), hipnotizarte con el cielo de estrellas que te envolvía y ver de cerca los fantasmas de la noche cuando se acercaban a curiosear.
Tanto el interior de la tienda de los amigos australianos como la nuestra contaba con dos camas (en el suelo) consistentes en pequeñas colchonetas con sábanas, mantas y almohadas. A los pies de la cama cada noche nos dejaban una toalla (todo muy limpio). El equipo fotográfico y la pequeña mochila con ropa que llevábamos los acopiamos en el interior de las tiendas para evitar la humedad del rocío y la curiosidad de esos fantasmas de la noche mencionados.
Cerca de las tiendas (normalmente escondida entre arbustos) se encontraba la letrina. Sobre el hoyo descansaba un artesanal váter con tapa y cerca el papel higiénico. El último día nos montaron una sofisticada ducha con agua caliente que no llegué a usar (un día más o un día menos sin ducharme daba igual).
Junto a las tiendas había instalado un pequeño lavabo alimentado por el agua de un depósito elevado sobre la estructura metálica que lo soportaba. En un extremo había una toalla de uso común, pero también jabón para las manos y una bolsa para la basura.
Muy cerca se encontraba el fregadero, usado exclusivamente por Jackson.
Teníamos seis butacas, una para cada uno de nosotros, y se situaban alrededor del fuego o de la mesa en cada comida.
Deliciosa la comida de Jackson
Fue un verdadero placer degustar la rica comida elaborada por Jackson. El desayuno consistía en huevos fritos, bacon, tostadas, cereales y alubias. Para el brunch teníamos galletas y algo de bollería. Para la comida y cena teníamos un plato único, muy abundante, compuesto por carne o pescado, arroz, pasta, embutidos y verduras crudas o a la plancha que nosotros mismos nos servíamos una y otra vez (autoservicio).
De postre siempre tuvimos manzana. Tanto en el desayuno como en el brunch, comida y cena de bebida nos sirvieron zumos de fruta variada así como café (soluble) y té. El agua y las cervezas no estaban incluidas por lo que las compramos previamente en el Kiambi Safari Lodge (el punto de inicio del safari en canoa) y las guardamos en una nevera que nos facilitaron para mantenerlas frescas.
La magia de la noche bajo millones de estrellas
El momento más mágico llegaba cada noche tras la cena. Sentados alrededor del fuego, a merced de la sonrisa de todos y custodiados por millones de estrellas, es todo un espectáculo mirar al cielo para ver la vía láctea en todo su esplendor mientras escuchas los sonidos de la naturaleza.
Ya por la mañana, es todo una gozada despertarte inmerso en un entorno con una naturaleza tan exuberante llena de vida.
Eso sí, antes debíamos coger fuerzas con nuestro cafelito, nuestras alubias explosivas, nuestras tostadas y nuestras lonchas de bacon. Era la hora de desmontar el campamento y seguir con la aventura.
La experiencia de dormir en un campamento en el río Zambezi de estas características es algo que merece mucho la pena. Fue sin duda el broche de oro al comienzo de un nuevo viaje por África que se convertiría en una de las mayores experiencias de mi vida. Si te animas a vivir algo así, ten en cuenta que puedes empezar a padecer el denominado “mal de África”, una dulce, indolora pero terrible enfermedad que afecta a los viajeros que se quedan fascinados ante las bellezas naturales del más increíble patrimonio biológico del mundo. De padecerla como la padezco yo, querrás volver una y otra vez a este continente que atesora el árbol genealógico de la humanidad.
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Excelente relato, Antonio. Y las fotografías maravillosas.
¡¡¡No tardes tanto en contarnos nuevas aventuras de Zambia!!! ¡¡¡Las esperamos con impaciencia!!!
Saludos.
Hola Sara, gracias por tus palabras, que animan a seguir.
Intentaré publicar pronto. Abrazos.
Parece que lo pasaron muy bien.
Estuvo genial, Gabriela.
Abrazos.
Seguro que has disfrutado como un enano!!!
Leyendo tu post me venían muchos recuerdos de mi primer safari por Africa en tienda de campaña. Como bien dices, el contacto con la Naturaleza es brutal e imposible de olvidar.
Espero con impaciencia tus próximos relatos ya que Zambia (más concretamente Luangwa) lo tengo pendiente pero muy presente…
Un abrazo!!!!
Hola Aitor!
Me alegra verte asomar por aquí. Claro, los publicaré en breve y espero que te animen a visitar South Luangwa.
Un fuerte abrazo.